El Orgullo: el mejor amigo y el peor enemigo | QuiereteMilVecesMas

El Orgullo: el mejor amigo y el peor enemigo

Valoración:

No suelo ver mucha televisión, pero cuando lo hago suelo entretenerme con algún documental que me interese o alguna serie en la que aparezcan personajes extraños o peculiares, personajes que, desde la ficción, me aporten algo nuevo para utilizar en mi vida y que me acerquen a mí mismo o me ayuden a comprender mejor a los demás, por supuesto, además de entretenerme.

De entre esas series la número uno para mí, quizás, es la antigua policíaca Colombo (1968 – 2003). Pero no sólo yo me fijé en él, también le atrajo el método de este peculiar detective de ficción a Jim Camp, el autor del libro “De entrada diga No“. Otra serie llamativa que todavía se puede ver en la televisión, al menos en España, es House, con ese doctor aparentemente insensible y de trato difícil.

Monk

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Adrian Monk (Tony Shalhoub)

Sin embargo, aparte de esas dos series que he mencionado y alguna otra, hay una que estuvo 8 temporadas en Estados Unidos, 125 episodios desde el 2002, y que me llamó la atención especialmente. Me refiero a la serie Monk.

El protagonista de esta serie es un detective y ex-policía de San Francisco, que sufre un desorden obsesivo compulsivo muchas veces combinado con fobias impredecibles: miedo a las alturas, a los gérmenes, a las multitudes, a la leche, al desorden, a la suciedad, etc. (en un momento de la serie el personaje reconoce 103 fobias, ¡aunque más adelante reconoce 312!).

Estos miedos llegan a obsesionarle hasta el punto de distraerle temporalmente de la investigación que realiza, e incluso ser un obstáculo insalvable para poder continuarla, si no es porque su ayudante siempre está pendiente de él.

El orgullo

Así como Adrian Monk es esclavo de sus miedos, muchas personas son esclavas de lo que llamamos “orgullo” y del que en el diccionario de la Lengua Española se describe como “arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles.”.

Orgullo en su justa medida

Yo creo que ciertas dosis de orgullo es bueno, porque el orgullo también está ligado a la autoestima e incluso a la resiliencia, en este sentido es nuestro amigo. Sin embargo, en grandes dosis, el orgullo es la causa de muchas disputas, conflictos, enfrentamientos con los amigos o los compañeros de trabajo, malos entendidos, etc., e incluso en Coaching puede llegar a ser un obstáculo para progresar, tanto para el coach como para el coachee (el cliente). En este caso el orgullo es nuestro mayor enemigo. Es como un gran ancla, que te mantiene inmóvil en tu posición, bloqueado en tus pensamientos, creencias y obsesiones.

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Don Quijote “Yo sé quién soy”

Yo sé quién soy

Decía Don Quijote: —Yo sé quién soy—, y es curioso porque uno de los efectos del orgullo es que no nos deja ver ni ser quiénes realmente somos, es más, a veces nos hace deambular por caminos totalmente ajenos a nuestra forma de ser y nos movemos sin posibilidad de retorno, empujados por una fuerza interior que no nos deja ceder, ni tan siquiera ante la razón. 

Reconozco que durante gran parte de mi vida el orgullo ha sido uno de mis grandes problemas. Aunque a estas alturas hace tiempo que logré controlar en gran medida sus efectos malignos, en parte aplicando como elemento de control un concepto de negociación que Jim Camp emplea en alguno de sus libros, él lo denomina la “no necesidad” y yo lo he extrapolado para uso en mi vida personal y profesional.

Orgullo y necesidad

¿No te ha ocurrido que has discutido con un amigo, un vecino, un alumno, un profesor, tu pareja…, teniendo o sin tener razón, y no has sido capaz de finalizar la discusión, o de hacer las paces con esa persona días después? A mí me pasó muchas veces y lo que recuerdo que pensaba era —¿Por qué tengo que ser yo el que dé el primer paso?— o —¿Por qué tengo que rebajarme?—.

La respuesta de ese no ceder era porque tenía la “necesidad” de: tener la razón, quedar bien, no reconocer que estaba equivocado… Creo que nuestro orgullo nos produce una necesidad de mantenernos en una posición antinatural que obedece mayormente a una satisfacción de nuestro “Yo” en la vida interior, el EGO.

Si lo pensamos bien, realmente sólo tenemos necesidad de respirar, alimentarnos, beber agua, dormir, vestirnos y poco más. El resto son deseos, pero que de ninguna manera limitan nuestra supervivencia. Generalmente olvidamos esto y hacemos imprescindible y defendemos con gran vehemencia cosas, actitudes o pensamientos mundanos, que realmente no tienen importancia para nuestra vida.

Libérate de tu orgullo

Un psicólogo amigo ya fallecido, Fernando Moreno, acostumbraba a contar en sus charlas una fábula de un mono y unos cacahuetes que viene para el caso como anillo al dedo. Decía así:

“En algunas zonas de África se cazaban los monos atando bien fuerte al árbol una bolsa de piel. Ponían en su interior cacahuetes, la comida preferida del mono. En la bolsa había un agujero de tamaño tal que por él podía pasar justamente la mano del mono, pero que una vez llena, cerraba el puño y ya no podía sacarlo de la bolsa de cuero. ¡Pobre mono! Cuando veía que no podía sacar el puño lleno de cacahuetes por el pequeño agujero se ponía furioso, chillaba e intentaba huir. Todo era inútil. Por esfuerzos que hiciera no podía sacar la mano de la bolsa. Entonces el cazador salía del escondrijo. Cogía al mono. Le daba un golpe seco en el codo. El mono abría la mano y soltaba los cacahuetes. Así de fácil: con sólo abrir la mano y desprenderse de los cacahuetes el mono se hubiera salvado.”

Cuántos son los que quedan prisioneros, aprisionados, aferrados, atados a sus egoísmos o son arrastrados por negras pasiones que les destruirán y que en un inicio podían haberse liberado de ellas si no se hubieran dejado llevar por su orgullo. ¡Abre pues tu mano y suelta los cacahuetes!

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2 comentarios
  1. Eduardo
    Eduardo Dice:

    Que buen post! Especialmente la sección de ‘Orgullo y Necesidad’ me ha parecido revelador.
    Gracias por compartir :)

    Responder

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