Ser

El papel del Ego en tu Autoestima

Valoración:

En ti conviven dos, por así decirlo, entidades. Una te mantiene unido a lo material de este mundo, y la otra te mantiene unido a lo espiritual. Sin embargo, esas dos entidades no tienen la misma fuerza. Para que te hagas una idea, es como si, en un caso, alguien tirara de ti agarrándote por un brazo, con lo que incluso si ofreces resistencia es posible que te arrastre; y en otro caso alguien tirara de ti sujetándote por un pelo, con lo que, aunque no ofrezcas resistencia, y dado lo endeble de un pelo, sin tu colaboración y tu voluntad no podrá arrastrarte. Ambas entidades tienen nombre; la primera se llama “Ego”, la segunda se llama con distintos nombres: espíritu, alma, mente…, a mi me gusta llamarlo “alma”.

El Ego es todo aquello que tienes; casa, coche, televisión, reloj, empresa, cuentas bancarias, etc. y funciona de tal manera que llegas al convencimiento de que mientras más tengas, más valor tienes como persona. Esto hace que desde muy joven hayas comenzado a vivir bajo la cultura de que siempre hay que tener MÁS. Así, a lo largo de tu vida has ido acumulando posesiones y más posesiones. Al principio las posesiones te producían cierta alegría y motivación, pero al cabo del tiempo sientes cierto vacío y necesitas seguir aspirando a tener más.

El Ego también actúa desde otro punto de vista, y es el de la creencia de que tu éxito, tu valor, tu mérito como ser humano se basa en tus logros. Así, igualmente desde joven has vivido en la teoría de que mientras más consigas más éxito tienes, y te pasas la vida compitiendo con los demás para lograr ascender, o ganar más dinero o simplemente ganarle a los otros, alimentando falsamente tu autoestima.

Mientras estés en la posición del Ego, estarás en el nivel del derecho. Derecho a tener y derecho a ser, por encima de todos y sobre todas las cosas. ¿Pero qué ocurre si de repente pierdes todas tus posesiones o simplemente dejas de estar en el nivel de tus logros? Pues que, como vives en la filosofía del Ego, es decir, que eres lo que tienes y lo que logras, al perder lo que tienes también te has perdido tú.

¿Te has preguntado por qué hay mucha gente pobre que sin embargo son felices? Si cambias del papel de tu Ego a la entidad del alma, pasarás de la posición de “Derecho”, del querer más, a la de “Humildad”. Tu pensamiento no se centrará ya en ¿Qué puedo obtener” sino en ¿Qué puedo ofrecer? o ¿Cómo puedo servir? Y desde ese momento todas las filas de tu lista de prioridades cambiarán de orden; en las primeras posiciones estará todo lo relacionado con el servicio a los demás y en las últimas posiciones lo relacionado con tu propio beneficio. Ya no tendrás que conseguir más para sentirte mejor persona, pues cualquier cosa que hagas por otro, por pequeña que esta sea, te hará muy feliz.

“Todo ser se origina en el no-ser”
(Lao Tzu)

Gracias.
José Ramón García

QuiereteMilVecesMas.com

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2 comentarios
  1. RODOLFO
    RODOLFO Dice:

    Miuy buen artículo pero normalmente estamos con pensamientos en el ego,
    el tener objetos es lo unico valorativo en la vida, la cultura de apego hacia lo
    material es sinónimo de éxito.
    Por otro lado nuestro cerebro primitivo (repitliano) que nos gobierna de manera
    automática que nos sirve para ser agresivo, intolerante, prejuicioso limita
    esta posibilidad de alejarnos de nuestro ego…
    La lucha del ser humano no está a fuera sino adentro de nosotros.

    Un abrazo

    Responder
    • José Ramón García
      José Ramón García Dice:

      Estimado Rodolfo:

      Muchas gracias por tu opinión.
      Estoy de acuerdo contigo, aunque yo diría que para ganar esa batalla lo que hace falta es que tomemos conciencia, y ese será el punto de partida para el cambio. Para poder explicarme tengo que recurrir a un cuento de Jorge Bucay que viene como anillo al dedo para esto. Se trata del Elefante Encadenado, y por si no lo conocieras, aquí te lo copio entero:

      “Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de su peso, tamaño y fuerza descomunal… pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir.

      El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces?. ¿Por qué no huye?

      Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapa porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: “Si está amaestrado ¿por qué lo encadenan?” No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca… y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.

      Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía… Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a sus destino.

      Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no escapa porque cree –pobre– que NO PUEDE. Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás… jamás… intentó poner a prueba su fuerza otra vez…

      Vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad… condicionados por el recuerdo de «no puedo»… Tu única manera de saber, es intentar de nuevo poniendo en el intento todo tu corazón…”

      (Jorge Bucay)

      Un abrazo,
      José Ramón

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