La ansiedad en tiempo de crisis

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Antes de nada quiero decirte que éste no es un artículo médico ni técnico, ni me refiero a la ansiedad como trastorno ni como enfermedad, mi opinión es la de un sufridor de esa ansiedad cotidiana que nos afecta a la mayoría de las personas por estar sometidas al estrés y las preocupaciones del día a día. Tiene que ver con esa ansiedad que la Real Academia Española define como: «Estado de agitación, inquietud o zozobra del ánimo».

Lo cierto es que si intentamos imaginar lo que supone la ansiedad descubriremos que con las palabras no es suficiente, éste es un estado emocional que sólo se puede comprender desde la experiencia personal, dado que sus efectos se revelan en todo tu cuerpo, así que si queremos expresarlo en términos de emociones o sensaciones, en mi caso la ansiedad me produce:

  • Especie de escalofrío
  • Vértigo o nervios en el estómago
  • Sensación de que va a pasar algo “gordo”
  • Dolor de cabeza
  • Frío y/o humedad en las manos
  • Calentura y picor en los ojos por no dormir suficiente
  • Cambios frecuentes de carácter: más triste o más agresivo
  • Dolores musculares
  • Falta de apetito
  • Cierta pérdida de memoria o concentración

y algunos más que ahora no recuerdo. Estoy convencido de que a ti te ocurre o habrá ocurrido algo parecido o incluso algunos síntomas más. Es este estado emocional, créeme y tú lo sabes, es difícil rendir. Es como pretender ganar las 500 millas de Indianápolis con una bujía fundida, por mucho que aceleres no lograrás el pleno rendimiento. Y eso no es lo peor, la ansiedad, en mi opinión, es esa puerta que traspasada conduce a la depresión, ¡y eso ya son palabras mayores!

Llegados a este punto te estarás preguntando: ¿Y qué puedo hacer? Pues bien, como siempre hago te doy mi opinión, ¡es sólo mi opinión! basada en mi propia experiencia. En cierta ocasión reflexioné sobre el sentido de la frase de consuelo que más escucho por los amigos y familiares de una persona con ansiedad, entre otras: —Tranquilízate— o —Tómatelo con calma—. Inicialmente me parecía tan evidente que la solución pasaba por calmarse, pero ¿cómo se puede auto-gestionar la calma? Como suele ocurrir en otras situaciones de la vida, la solución no pasa por hacer una sola cosa, sino varias, aunque en esta oportunidad me gustaría hablarte de una de las que más importancia y relevancia tienen para mí, a la hora de disminuir la ansiedad, y cuya idea saqué de una charla que escuché del psicólogo Rafael Santandreu: “Tu escala de percepción de la gravedad”. Y para ello la propuesta de mejora sería:

Cambio de paradigma con respecto a nuestra escala de percepción de la gravedad de las cosas. Me explico: al igual que tenemos una escala mental para poder decir si algo es: excesivamente amargo, demasiado amargo, ligeramente amargo, amargo, en su punto de dulzura, ligeramente dulce, demasiado dulce o excesivamente dulce; de la misma manera tenemos escala para otros conceptos, entre ellos el de la gravedad de las cosas. Sin embargo, para muchas personas y sobre todo si tienen ansiedad, en el caso de la gravedad la percepción es de que la escala es muy corta y casi que sólo tienen tres medidas: grave, muy grave y terrible. De tal manera que la mayoría de las cosas que les ocurren son, como mínimo, graves, y por lo tanto viven en un estado de continua ansiedad, nerviosismo y preocupación. Si ese es tu caso, será de mucha ayuda para ti el ser consciente de que la escala es muuuuuuucho más amplia y en ella caben más niveles, que todo no es grave, que hay niveles por debajo como pueden ser: ninguna importancia, alguna importancia, cierta importancia, moderado…

¿Y cómo aprendo a graduar de forma más amplia objetiva y variada las cosas que me ocurren? Pues te indico una, la próxima vez que te ocurra algo o te preocupes por algo, pregúntate:

¿Esto que me ocurre o que pienso me va a impedir hacer cosas importantes por mí y por los demás?

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